El pasado Miércoles Santo me encontraba en Madrid, y me fui a tomar una copa de media tarde a una conocida terraza de la Plaza de la Independencia capitalina. Uno de esos lugares de moda, público internacional, y perteneciente a un grupo de restauración muy conocido no solo en la ciudad sino internacionalmente. Ese lugar en el que en cualquier día del año hay una gran concurrencia de público y mucho ambiente festivo. Mi sorpresa fue al encontrar prácticamente desértica una terraza de la que habían desaparecido, entre otras cuestiones, unas estufas imprescindibles en un día tan frío como el que hemos vivido en esta semana santa, lluvioso y que necesitaba una protección térmica. Tampoco había unas cortinas que habitualmente se colocan para aislar la terraza de los viandantes. Y para colmo, la música, otro de los elementos esenciales en nuestros lugares que llaman de ambiente, había desaparecido. Todo presuntamente después de unas inspecciones municipales.
Qué pena un Ayuntamiento como el de Madrid, que se suma a esa campaña feroz contra la hostelería y las terrazas, y que en el caso presente es aún más incoherente después de lo que sea proclama políticamente. Defendamos las terrazas en Madrid, y en toda España, si queremos ser al final marca gastro internacional. Y si no, que miren a París.